Las cabezas son cafeteras
y el devenir humano, tedioso,
calienta y hace humear el jugo del
círculo.
En los túneles de descompresión
cívica
duendes y trolls luchan contra
heroicos guerreros mestizos,
pero en los cibervagones nadie se
mueve
y todos miran a ningún sitio.
Los barrios son tentáculos
interminables
de un colosal pulpo de hormigón.
Los edificios forman las paredes
de una inmensa boca que quiere
tragarte,
sin piedad,
sin freno…
Las ratas son las únicas que
sobreviven a todo,
tal vez porque su alma está forrada
de oscuridad
o porque se alimentan de mierda.
Pura filosofía
flotando en el sincero idioma de
los perros.
Pero todos los días,
en grandes avenidas de azucar,
pasan tarros de crema
enfundados en abrigos
aterciopelados.
La Belleza surge espontáneamente,
sinceramente,
en el andar casual de esas caderas
inocentes
que pone notas con su perfume
a la música que inicia todo.
Sus miradas son caricias decisivas,
maternales y sonrientes tirones
que sacan mi alma de su funda negra
para retozar en el éter que nos
separa,
pero no hay separación…
sólo música erótica de fondo.
También hay gritos como pasos,
dioses caminando atrapados
en cuerpos mortales inarticulables.
Sus deseos panteístas chocan con la
masa patética,
que los encierra,
y sus quejas son alaridos,
insultos, incendios,
asesinatos en masa,
magnicidios…
o la guerra de la pasividad
incomunicativa,
leyendo e interpretando el cosmos
en las oscuras paredes del
sanatorio,
con los ojos vueltos al dolor
cariñoso…
Esto es así,
aquí es ahora,
Inframundo 666-X,
con contraventanas para vivir
en un cielo que te guiña el ojo
mientras tus pies son parte de la
cárcel del suelo.
Aquí no quiero tu puritana
“amistad”,
tu sumisión banal a la mentira de
la especie,
tu esclavitud biológica;
si quieres venir conmigo
tienes que arrancarte los ojos.
(Oh, no.
No está bien atropellar a los
poetas,
aunque sean oscuros
y su piel esté llena de granos y
agujeros,
como la de un reptil)
Arráncate los ojos.
No, tú sólo quieres perpetuar la
trampa,
la broma universal.
De vez en cuando,
una pitia pelirroja de caderas poco
divinas,
pero con ojos de fuego,
me enseña las mitologías que se
esconden en el día a día,
y me conduce a su lecho de
embriaguez,
por encima de los estertores
bilíticos,
a través de túneles ultravisuales.
Lo veo todo como en un comic
y siento sus besos reveladores
y luego todo es espuma…
Pero así,
untados de grasa existencial,
somos ángeles caídos que,
constantemente,
bebemos del suelo florónico un
éxtasis
que sirva de escalera al paraíso
perdido.
Ahí fuera,
esa es la verdad,
me mezclo entre esos gloriosos
culos
y abrazo todo.
Carne dulce,
constantemente acariciada
por las medias transparentes
del verdadero ultraser…
Belleza.
Foto:
-Solitude. wallpaper gótico