martes, 14 de febrero de 2017

Angustia de niebla





























Los años de creación van transcurriendo
surgidos con el resplandor de mi primera lágrima adulta,
antorcha arrebatada a los posos petrificados de la inocencia,
van corriendo como un río de fuego que se va derritiendo
para que su liquidez me permita coger sin quemarme
el sudor del origen innombrable que los va pariendo,
un caliente río amniótico sin origen ni destino conocidos
pero cuya composición química tiene un sabor
que se parece al mío después de haber besado el tuyo.

Siempre preguntas y no constancias, preguntas que buscan solidificarme
escarbando las respuestas en el sufrimiento de la congelación.
En esos momentos no observo la vida y me paro y me estanco en mí mismo,
duro y opaco para el fluir humano,
los pingüinos oscuros que habitan las neuronas
picoteando la corteza de mi glaciar craneal,
creando una angustia de niebla,
vapor de agua de la melancolía escapando del tacto imposible de la desesperación,
en esa noche del norte donde acaban todos los mundos,
sobre todo el mío,
donde nadie me puede tocar.

Entre las pausas de las elipses de los cambios de tantos planetas, sociales o físicos,
los amaneceres levantan mis párpados para que mis manos se crean
rayos de los astros que conciben en el sudor de su eterna mañana sexual.
Sin preguntas, porque respiramos,
la muerte blanca llama a la vida ocre.
El sol hunde sus dedos en la corteza melancólica de mi cuerpo,
provocando una agradable ceguera ante todo lo que veo.
El amanecer que se produce, en imprevistos entretiempos del fluir,
no está tan lejos, pues se esconde debajo de tu gabardina,
en tu cuerpo que sonríe, una armadura de tela oscura
que te protege de las nieblas grises de los cuerpos que te rodean
mientras andas por los hilos de calles rocosas, manchadas de humo,
laberinto diario al otro lado del cual podemos encontrarnos.
También puedes o podemos desaparecernos
mirando nuestro rostro reflejado desvanecerse
en el vaso de cristal que sirve de rompeolas al alcohol,
ese anhelo de tiempo artificial detenido,
operando el falso milagro de robar nuestra esencia a la habitación
para introducirla dentro de la botella.
No sé dónde miro,
pero las ventanas palpitan con latidos de luz
que tornan los cristales en diamantes que hablan,
diciendo a mi gris cuerpo y a mi habitación
las infinitas posibilidades de salir a la calle.
Con la pluma limo las rejas de esta casa
para dibujar fragmentos de lo que puedes ser,
trozos de anhelo que reparto entre túneles y tugurios,
pedazos de gente para componer un gran cuerpo, celeste o no,
pero en todo caso carne amorosa.

No tengo palabras, por eso para buscarlas sigo escribiendo.
No te tengo a ti, por eso para tenerte sigo viviendo.
Inútil o muerto, sigo en el corazón del sueño,
y a veces no me importa si no te tengo y pasas de largo,
cuando me basta con el vuelco en el corazón que me produce soñarte. 


Extraído de "Feto oscuro", poemario digital publicado por GROENLANDIA.
Disponible en los siguientes enlaces:


Foto:
-Fotografía de Salar Kheradpejouh