Escalas dos pulgadas
metiendo los dedos entre los cubos
de percepciones
que conforman la superestructura de
la realidad.
Intangibles polígonos de sucesos
agrupándose en un damero de tiempo,
trozos que han caído del cielo para
formar serpientes de ruinas
que te rodean sin que sepas si se
volverán a recomponer,
una masa de ideas que avanza por el
gris a medida que siente.
Hay agujeros interiores,
nichos como emboscadas de la mente
en tu camino
donde las botas oscuras que lo
andan se tornan ataúdes.
Los sueños y las pesadillas
carcomen los bloques primigenios
del muro descompuesto de todos los
días
diciendo que se puede rascar a
través de su supuesta solidez.
Los gritos caen como pájaros
muertos de mi boca,
atado a la cama de mi absurdo
pero con una estela castaña
dibujando
aerosoles transparentes más allá
del aire,
labios que abren otros caminos
cortando el polvo de lo que vivo,
nébula de sueño.
Despierto.
Las lágrimas caen volando por el
cielo del absurdo
como los pájaros que podían haber sido.
Foto:
-Ragnarök, de Jose Ángel Conde (Josef A.)
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